En la web de Rojiblancas, entrevistamos en esta ocasión a Ennio Sotanaz, autor del libro Memorias del Calderón, que ha sido un éxito de ventas y ya va por su segunda edición. Ennio es la persona que escogerá a nuestra ganadora del concurso “Enamoradas del Atleti. Memorias del Calderón”. Ennio es músico, escritor, ingeniero, bloguero, tuitero y, sobre todo, atlético desde tiempos inmemoriales.
En tu libro hablas de la primera vez que fuiste al Calderón. Fue un partido contra el Hércules, y recuerdas el verde fluorescente del césped, el ruido al recibir al equipo, el olor a puro y a humanidad…¿Crees que esa primera vez se asemeja a ese primer amor tan difícil de olvidar? Me refiero a que habrás visto partidos mejores, más emotivos, pero ese primero siempre queda en la retina.
Sí, es algo así. No fue el mejor partido, ni el más espectacular, ni seguramente el que más feliz me hizo, pero fue la primera vez que entraba en contacto con cosas que antes no había sentido y que después me costaría mucho volver a sentir. Eso es imborrable y seguramente trasciende la categoría de mejor o peor. Es simplemente único. Yo no soy muy fetichista con las primeras veces, en general, pero en este caso tuve suerte. Creo que fue mi padre el que provocó que mi primera vez fuese particularmente especial y tuviese ese efecto que tuvo.
Para los más jóvenes, me gustaría que nos hablaras de ese Calderón de video marcadores, transistores, bancos de cemento, carnets de socio con cupones… ¿Recuerdas esa época con nostalgia? ¿Crees que ir al fútbol entonces era algo más auténtico? ¿Se vivía el Atleti de otra manera?
Lo recuerdo con nostalgia, sí, pero la nostalgia es un sentimiento engañoso porque muchas veces nos hace rememorar universos que no han existido, sino que son el reflejo amable que se nos ha quedado en la memoria. A mí me tocó vivir eso en el momento en el que me hacía mayor, que es un periodo particularmente crítico de la vida. Quizá por eso, es probable que le dé más valor del que realmente tiene. Pero sí, creo sinceramente que el fútbol era entonces más cercano. Más sencillo, también. Había menos glamur y era menos espectacular desde el punto de vista del envoltorio, pero también llegaba más dentro porque se sentía más tuyo. Era más creíble también, o al menos lo era para mí. Ahora es como si todo estuviese dirigido y fuese demasiado previsible. Espectacular, bonito y magníficamente colorado, pero previsible. Yo no quiero escuchar a un speaker en dolby surround que no deja de dar el coñazo. Yo quiero escuchar lo que cuentan los que están en la grada. No quiero que dirijan mi ánimo, ni que me estén “entreteniendo” todo el tiempo, aun a riesgo de que el ánimo de la grada se desmadre o de que yo me aburra. Y no creo que sea un tema generacional, sino de dinero. De modelo de negocio. El fútbol se ha transformado en una potencia económica demasiado importante como para dejarlo en manos de la fantasía o del libre albedrío.
En tu libro mencionas a muchos jugadores del Atleti. De pequeño admirabas a Dirceu (aunque no le recuerdas como jugador), hablas de Rubio, de Hugo Sánchez (no te dejó buen recuerdo), de Torres y de alguien que te partió el corazón al marchar: Paco Llorente (dices “no he vuelto a tener otro ídolo”) ¿Qué sientes ahora al ver a su hijo jugar con el Atleti? ¿Te recuerda en algo a su padre?
No me hizo mucha gracia su fichaje precisamente por eso. Aquello fue tan dañino para mí que condicionó mi forma posterior de entender lo que es el Atleti y la relación que ese concepto tiene con los jugadores que integran la plantilla. Aquello hizo seguramente que hoy no tenga una sola camiseta del Atleti con el nombre de un jugador en la espalda.
Lo bueno es que he debido superarlo bastante bien porque no relaciono ambos episodios. Veo jugar a Llorente y no lo relaciono con su padre, o con el resto de su familia. No sé si es forzado o no, pero no veo similitudes deportivas, ni de otro tipo. Y menos mal, porque de otra forma lo llevaría muy mal.
Me ha divertido mucho ese capítulo que llamas “Amuletos”. Creo que muchos atléticos compartimos esa creencia de que hay que repetir gestos y realizamos una liturgia los días de partido. Cuéntanos tus manías (lo del metro, el papel aluminio del bocadillo, las suelas de los zapatos en las faltas, las canciones…)
Puf! Tengo miles. Y me da un poco de vergüenza reconocerlas porque fuera del fútbol soy un tipo bastante racional en ese sentido. Yo creo que es quizá porque para mí ir al campo forma parte de una tradición atávica que va más allá de lo puramente deportivo. Es más, me gusta que sea así. Mis manías van cambiando con las temporadas. Ahora, por ejemplo, estoy obsesionado con el sitio en el que ver los partidos en mi casa porque cambié el comedor hace poco y no encuentro el lugar adecuado (la temporada está siendo complicada). En el libro cuanto algunas más. Cuento por ejemplo que debo tener las suelas de los zapatos tocando el suelo (¡la dos!) cada vez que el rival bota una falta al borde del área. El papel de aluminio de cualquier alimento con el que entre al estadio se queda en mi mano hecho una bola hasta que acaba el partido. Y si el partido ha sido especialmente bueno, la bola se queda en mi abrigo vete a saber hasta cuándo. En el Calderón salía al estadio siempre por la misma puerta, a pesar de que no era la que estaba más cerca de mi sitio. Y así, un montón de cosas más.
De las dos temporadas que estuvimos en Segunda hay una frase que me hace reflexionar. Intentas buscar algo positivo y dices que nos preparó como afición para lo que vendría después y que “El Atlético desapareció esos años de la primera línea mediática”. ¿Qué opinas de todo el ruido mediático que rodea al Atleti en los últimos años?
Eso que aparece en el libro es fruto de una reflexión que llevo haciendo desde hace mucho tiempo. El descenso se produjo en el peor momento posible para el Atleti porque coincidió con la entrada masiva de dinero por parte de las televisiones. Eso provocó un cambio total en el modelo de venta del producto por parte de los medios de comunicación. De informar sobre un evento externo pasaron a ser vendedores directos de un producto propio. Habían invertido mucho dinero y tenían que recuperarlo rápido, así que apostaron por lo más fácil. Por satisfacer a la gran mayoría y hacerlo con guarnición barata. Todo comenzó a girar por y para el consumidor medio, que pasó a ser el único. Un cliente que era del Madrid, impaciente y básico. Inventaron un relato muy sencillo (el bueno contra el malo) y al Atleti le otorgaron un papel de animador sociocultural, simpático, desastroso y divertido, completamente irrelevante, que encajaba bien en la comedia. Estando en segunda era difícil protestar. Mientras el equipo se mantuvo en ese papel y deportivamente no traspasó sus fronteras “naturales”, todo fue bien. Había en cada redacción un periodista del Atleti que era gracioso y obediente, los entrenadores tenían todos buena prensa, la directiva era divertida y los pobres “sufridores” servían muy bien como metáfora de esos otros frikis que vete a saber por qué estaban ahí. Ojo, nos pasó a los del Atleti y a los aficionados del resto de equipos (a cada equipo le fueron asignando un papel secundario). El problema es que nosotros estamos en Madrid y aquí no hay una prensa regional en la que poder refugiarse. Más bien todo lo contrario. El Madrid ocupa todos los resquicios y es incapaz de convivir con nada más.
El conflicto ha surgido con la llegada de Simone que no acepta ese libreto, que derribó el discurso de una patada y que encima puso la lógica del revés cuando deportivamente cuestiono el sistema establecido. El aparato lo ha asumido mal, no digiere bien algo que podría haber integrado con suyo y hace tiempo que decidió combatirlo sin piedad. Y ahí está, en una pelea diaria, que muchos colchoneros han asumido como suya, que no busca otra cosa que eliminar una bacteria que no es capaz de cargarse el sistema, pero que molesta mucho y que a veces da fiebre.
Voy a citar un párrafo que me ha encantado del último partido (de Champions) en el Calderón que he extraído de una crónica que hiciste llamada “Baile Irlandés” y que reproduces en el libro: Mientras tú sonríes con los bíceps de Ronaldo, yo me pongo a llorar viendo un estadio lleno que canta bajo la lluvia en el mismo momento en el que nos acaban de eliminar de la final de Champions. ¿Por qué crees que esa noche se produjo esa magia, esa comunión grada/jugadores, esa imagen tan poética de un cielo que lloraba con nosotros?
Porque creo de verdad que somos diferentes. El oficialismo intenta eliminar la magia y hacernos creer que todos los aficionados somos iguales, pero no es verdad. Detesto los clasismos y las categorías de mejores o peores, pero tengo claro que, afortunadamente, no todos somos iguales. La mayoría de los que hemos elegido este equipo lo hemos hecho por entender las cosas de una manera y no de otra. Y no hay que echárselo en cara a nadie, pero que no nos vengan a decir los demás cómo tenemos que sentir. Aquel día fue un ejemplo muy evidente, y a la vez muy complicado de analizar, de esto que estoy hablando. Aquel día ganamos sin ganar, que es algo que nuestros rivales son incapaces de entender. Estuvimos a punto de doblegar en el campo a ese monstruo hiperdopado que juega con todo a su favor y que llevaba toda la semana arrojándonos su clásico desdén. Pero justo cuando vimos que deportivamente era posible y que esa posibilidad se alejaba por una simple casualidad, colectivamente nos dimos cuenta de dónde estaba lo importante. Nos dimos cuenta de que algo tan nimio como un gol no cambiaba nada. O no cambiaba la esencia de lo que somos, que en realidad es lo mismo. Porque lo que somos, lo vimos esa noche, está por encima de eso y además mola mucho. Así que nos pusimos a celebrarlo, que es algo que sabemos hacer muy bien. E incorporamos la lluvia a la fiesta en lugar de entenderla como un problema. Porque los del Atleti somos así, capaces de celebrar la vida tal y como viene.
Antes de terminar, te voy a preguntar, ya que te estoy entrevistando para Rojiblancas, sobre las mujeres y el Atleti. ¿Has visto aumentar el número de mujeres atléticas en la grada a lo largo de estos años? ¿Crees que, como aficionadas, tenemos un comportamiento, tal vez más fiel (Margarita) y menos exigente hacia el equipo? ¿Somos más comprensivas ante la derrota?
¡Muchísimo! Ha cambiado completamente desde que yo empecé a acudir al estado. Entonces el fútbol era sobre todo una cosa de chicos. No es que a mí me lo dijesen de forma explícita, no fue el caso, pero esa era la sensación que daba. No recuerdo hablar de fútbol una sola vez con alguna chica de mi colegio. Seguro que habría alguna aficionada, pero no era evidente, igual que sí lo era entre los chicos. Sería un hipócrita si dijese otra cosa. Afortunadamente hubo mucha gente que se pasó ese prejuicio de largo y el estadio se ha ido llenando poco a poco de mujeres. Y no solo de acompañantes, sino de aficionadas activas con tanta historia, vivencias, recorrido y cosas que decir como el que más. No lo digo por decir. Hoy no pienso si estoy hablando de fútbol con un hombre o con una mujer. Ni en el estadio, ni en twitter. Y me parece una suerte que sea así porque, más allá de la frase hecha o una simple cuestión de justicia, que lo es, egoístamente es enriquecedor. Faltaba esa visión, que es muy potente. Una visión que además viene a sumar y no a restar. Desde el punto de vista de aficionado no creo que sea muy distinta, porque el que es del Atleti lo es del todo y con todo, independientemente de su género, pero como seres sociales sí que me parece que faltaba (y falta) esa visión complementaria. Hay mucho recorrido todavía en ese sentido. Veo mucho lenguaje machirulo en los modos, en los esquemas del fútbol, en los dejes, en los latiguillos, en los mensajes… Estamos dando por buenas cosas que no lo son. La nota positiva es que, en mi opinión, las semillas están echadas y es sólo cuestión de tiempo que florezcan.
Si quieres añadir algo más o dar algún mensaje para la Peña Rojiblancas, esta es tu oportunidad.
Nada. Muchas gracias por la entrevista y por dejarme participar en el concurso de la peña. Me siento muy cercano a la iniciativa de Rojiblancas y aquí me tenéis para lo que queráis.
Muchas gracias, Ennio, y a todos los que leáis esta entrevista me gustaría recomendaros el libro, porque os traerá muy buenos recuerdos de la que fue nuestra casa. Ahora nuestro futuro está en el estadio Metropolitano, pero, como dice Ennio, el Calderón es ese “lugar que seguirá siendo un asidero y una brújula”.
¡AÚPA ATLETI!
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